El parque que fue zoológico: Paseo Bravo | Los tiempos idos

¿Imaginas permanecer en un sueño profundo y súbitamente despertar ante el potente rugir de un león impetuoso? Y no es realidad virtual a lo que me refiero sino a lo que vivieron cientos de poblanos que habitaron las colonias aledañas a la alameda pública, hoy conocida como Paseo Bravo que, entre sus calzadas y arboledas, resguardó un zoológico habitado por osos, venados, pumas, avestruces, zorros, serpientes y hasta leones africanos.

“Yo vivía en la 11 sur 1910 y cuando oscurecía se escuchaba el rugir de los leones”, expone Margarita Cortés Caballero, quien por la cercanía (a cuatro cuadras) y su gusto por los animales acudía frecuentemente al zoológico municipal.

Recuerda que los leones eran preciosos, pero también había changos, osos, hienas, tarántulas y muchas víboras en el serpentario, “yo tenía entre 8 o 9 años e iba muy seguido porque me encantaban visitar a los animales y además porque tenía una zorra que me llevaba con su cadena para que viera a los de su misma especie (zorros) en las jaulitas. Me sentía soñada paseando con ella por el Paseo Bravo”, comenta orgullosa.

Cortés define el sitio como un lugar de entretenimiento principalmente para los niños porque además del zoológico que incluía las jaulas, el serpentario y un acuario, había zona de juegos, una pista de patinaje y podías comprar algodones de azúcar.

El zoológico municipal y el parque infantil fueron inaugurados el 5 de febrero de 1943 durante la presidencia municipal de Juan Manuel Treviño, según consta en la placa ubicada en la zona de sanitarios del edificio levantado en el Paseo Bravo.

Durante 31 años, los habitantes de diferentes especies del zoológico, cautivaron a los poblanos a través de sus jaulas ubicadas alrededor de los juegos mecánicos y otros, paralelamente a la 13 sur, en la parte central que desemboca a la actual avenida Juárez (antes bulevar La Paz); en la zona donde hoy se encuentra el monumento dedicado al misionero franciscano Toribio de Benavente, mejor conocido como Motolinia, expone Eduardo Merlo, arqueólogo e historiador.

Merlo Juárez refiere que, entre las jaulas y los visitantes, había un poco de prado para que las personas no metieran la mano, pero las autoridades no contaron con el gran interés que despertaría “César”, el león de gran melena cuyos rugidos orquestaban las sinfonías nocturnas a las que se tuvieron que acostumbrar los pobladores.

“Había inocentones que se acercaban a la jaula del león para verlo de cerca, entonces César se aproximaba y levantaba la pata echándoles una meada en la cara que para qué te platico, eso era famoso; los que eran maldosos llevaban a los que no conocían al zoológico a visitar al ´hermoso león´ para que se les arrimara a hacer sus gracias”, comenta de forma jocosa.

También recuerda que entre los habitantes del zoológico había avestruces, osos, patos, gallinas de guinea, linces, gato montés y un año después de su inauguración, el zoológico se enriqueció con un serpentario, cosa que asegura que no fue del agrado de muchos pero tenía muchos reptiles que llamaban la atención de los curiosos. Se instaló en una caseta al extremo sur que, originalmente, fue hecha para los primeros sanitario públicos gratuitos de la ciudad, lo que era una gran novedad; aunque después de instaladas las serpientes, empezaron a cobrar.

Asimismo, Merlo comenta que había quioscos de comida y estaba permitido que entraran los vendedores ambulantes, “que eran verdaderos ambulantes porque ´caminaban´ vendiendo merengues, palanquetas, chicharrones de harina, jícamas con chile, principalmente los domingos que era cuando las familias salían a convivir”.

RENOVACIÓN DEL ZOOLÓGICO

Según registros del Archivo Municipal de Puebla, en el tercer informe del alcalde, Rafael Artasánchez Romero, se lee que, entre 1957 y 1960, el Parque Zoológico estaba integrado por el parque infantil, un museo de historia natural, un acuario y un transporte infantil.

Durante su gestión se hicieron reparaciones y adaptaciones en las cercas y casetas del lago de los patos y estructuras del serpentario así como de todas las jaulas. Se mejoraron los sistemas de alumbrado y oxigenación de las peceras. El ferrocarril infantil se sustituyó por un transporte de gasolina que por su alto coste fue retirado y se le concedió la concesión a Mario Alcocer Ávila, para instalar un nuevo transporte infantil y la construcción de un lago artificial.

En ese momento, el zoológico contaba con dos leones africanos machos y dos hembras, un oso plateado de Canadá, dos ositos blancos polares, un osito negro macho, cuatro venados, cinco monos araña, dos jaguares, un puma macho, un cocodrilo, una zorra roja, cuatro gatos siameses y variedad de ofidios en el serpentario.

DEL “PASEO” A UN SAFARI

De acuerdo con Jorge Eduardo Zamora Martínez, historiador conocido como el Barón rojo, fue el alcalde Arturo Perdomo Moran (1959), quien construyó el Museo de Historia con piezas propiedad de la Universidad Autónoma de Puebla. Posteriormente se convirtió en acuario y cuando cerró (mediados de los 70), se convirtió en oficinas del H. Ayuntamiento y es donde hoy se paga el predial.

“Ese mismo año, en ese mismo extremo del parque, en la esquina de la 11 sur y 11 poniente se construyó un lago artificial, donde se alquilaban lanchas para remar y había un área de juegos infantiles con columpios y resbaladillas para los más pequeños”, recuerda.

En 1959, se instalan los juegos mecánicos de la familia Castañeda en la pista de patinaje, que permanecieron ahí hasta 1987 en que se retiraron, y volvió a saltar a la vista la majestuosidad de la pista de patinaje.

El Barón rojo puntualiza que, en 1974, se cerró el zoológico de Paseo Bravo y los animales se entregaron en custodia al parque de conservación de vida silvestre, Africam Safari, que forma parte de las historia de los poblanos desde 1972.

Fotos: Puebla Antigua

Colaboración Especial - El Sol de Puebla 

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