Torerías

Amigos, cuando se afirma que la tauromaquia es un patrimonio inmaterial, la referencia imaginaria nos lleva a los festejos taurinos que se realizan dentro de una plaza de toros. Sin embargo, bien valdría la pena reconocer que estos festejos son la consecuencia de patrimonios que sumados derivan en una corrida, novillada o festivales.

Porque la documentación histórica hoy nos permite saber que el ganado de lidia es la raza bovina que por sí sola es un patrimonio. Analizar sus encastes, sus orígenes, los registros que se llevan por ganadería le dan un valor único. Por otra parte, el manejo, control y administración de las dehesas, a pesar de la modernidad que en ellas existe, el mantener ganado bovino hasta su edad adulta para su sacrificio implica diversos esfuerzos. Entre ellos, una alimentación ajena a químicos que alteren su desarrollo natural, el tipo de manejo respetando enteramente su hábitat y estado natural, incluyendo su fiereza. Por lo que no hay un trato ni remotamente cercano en otras especies, así que el trato y manejo del toro bravo es un patrimonio per se. Como consecuencia, más de 170 mil hectáreas en el suelo patrio se destinan para la conservación de este animal cuya finalidad son dos: reproducción y la plaza de toros que son santuarios de la ecología. Para darnos una idea, son 148,500 hectáreas las que corresponden a la gigantesca ciudad de México. Además 260 ganaderías de lidia cuentan con registro ante la Asociación Nacional de Criadores de Toros de Lidia (ANCTL) y están diseminadas en 24 estados de la república, más un número importante de cabañas bravas que no cuentan con registro pero que operan. Lo que las convierte en pulmones ambientales del país y conviven con esta especie desde aves como águilas y garzas, hasta mamíferos como coyotes, venados bura y cola blanca, zorros e incluso jaguares. Así como innumerables reptiles y anfibios que viven bajo el cuidado del toro bravo. Este entorno ecológico es por sí solo otro patrimonio más.

PIEDRAS NEGRAS, OTRO PATRIMONIO TAURINO Y DE MÉXICO

Y ya que hablamos de patrimonios, ante la contingencia que vivimos en nuestro país, de las muchas fuentes de empleo que se mantienen vigentes dentro de la fiesta taurina son precisamente las del campo bravo. Me refiero a vaqueros, caporales y quienes realizan diversas funciones dentro de las dehesas. En días pasados se llevaron a cabo los festejos conmemorativos al 150 aniversario de la ganadería de Piedras Negras, mismo que el día grande lo tienen el 21 de septiembre evocando al santo patrono de la hacienda que es San Mateo Huixcolotepec. La historia, el misticismo y el sabor que arrojan los rincones de este hierro es motivo de orgullo para la fiesta taurina en general y para el estado de Tlaxcala. Ser la casa fundacional de muchos otros hierros que han regado su sangre brava y generado empleo para muchas familias las convierte en patrimonios históricos y económicos de nuestro México del campo. Sin su historia, pero sin el empleo que aún generan, este país tendría aún más dolores qué remediar. Ahora que este país adolece de líderes que muestren rumbo y den certidumbre ante una crisis económica, educativa, social sin precedentes en su era moderna. Hay que reconocer en los ganaderos, toreros, autoridades y afición que decidieron no rendirse ante la pandemia y hacer festejos (con todas las medidas sanitarias) para que la actividad no se detuviera. Sin bien pudiéramos declarar patrimonio a las ganaderías, no es solamente por la mucha historia que ellas encierran, sino también porque desde su creación fueron generadoras de empleos que aún en nuestros tiempos siguen ofertando para muchas familias que viven de manera sencilla, pero están formadas en principios y valores que solo el campo y la naturaleza enseñan. Y así, mientras el país perdió 12 millones de empleos formales en esta pandemia, la tauromaquia fue un ariete, aliciente, un oasis que contribuyó al patrimonio de muchos mexicanos.

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